Es probable que la capacidad de generar pasivos (en otras palabras, la capacidad de endeudarse) haya sido precedida por el uso de la palabra. La razón: Sin la comunicación hablada no hubiera sido posible hacerle entender al hombre de las cavernas que la persona que toma algo de su cueva con la intención de devolverlo al día siguiente en realidad tiene buenas intenciones. Presumo que los aventurados precursores del uso del débito habrán recibido como recompensa algún brutal garrotazo o por lo menos un gran susto.
Hoy en día, hay muchas maneras de dar al acreedor la certeza de que va a recuperar su dinero. Si a eso se le suma que en las últimas décadas la posibilidad de una nueva guerra mundial se ve muy lejana, y que para las generaciones recientes la usura como pecado mortal es un concepto por demás cuestionable, es entendible que los flujos de crédito empezaran a fluir a borbotones en la segunda mitad del siglo XX, llevando cada cierto tiempo a crisis de deuda en algún lugar del mundo.
Como lo ilustra el caso de los países Europeos, no es siempre fácil determinar el máximo endeudamiento tolerable para un país. Para Grecia, 144 por cien
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