No es de sorprender que la última Reunión Anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) tuviera como telón de fondo y principal tópico la crisis financiera internacional. El comunicado emitido al final de la reunión señala que esta crisis, ya en su quinto año, está entrando en una nueva fase más riesgosa que exige acciones audaces coordinadas a nivel global. El crecimiento económico continúa debilitándose y el desempleo se mantiene elevado, al mismo tiempo que hay tensiones en la deuda soberana y en el sistema bancario particularmente en la Euro-zona. El FMI ahora proyecta que el crecimiento de la economía global se moderará a 4 por ciento anual en 2011 y 2012 reflejando que las economías avanzadas—Estados Unidos y los países de la zona del Euro– crecerán a una tasa anémica de 1 ½ a 2 por ciento anual en el período.
Las tasa de crecimiento proyectadas, modestas como ellas son, sin embargo tienen un “riesgo hacia la baja” pues asumen que las autoridades son exito
sas en detener el deterioro de los países de la periferia de la Euro-zona—Grecia, Portugal, Irlanda, España—y que en Estados Unidos se logra un balance feliz entre la consolidación fiscal a mediano plazo y la reactivación económica. Además, supone que la política monetaria continuará siendo acomodaticia y que no habrá cambios sustanciales—en precios y volumen– en el mercado hipotecario y en el bursátil.
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